Dado que la piel humana es el sensor que detecta las diferencias de temperatura entre el cuerpo y el ambiente y reacciona en consecuencia, existen otros factores además de la temperatura que influyen sobre la sensación que se percibe a través de la piel y que provocan su reacción. Estos factores son, principalmente, el viento y la humedad.
Como el cuerpo humano reacciona de maneras distintas ante el frío y el calor, se efectúan cálculos diferentes en invierno y en verano para medir la sensación térmica.
Durante el invierno, el factor con mayor incidencia sobre la sensación térmica es el viento, ya que la presencia de vientos intensos acelera el enfriamiento de la piel. En consecuencia, a mayor velocidad del viento, menor es la sensación térmica, ya que nuestro cuerpo no puede calentarse de manera tan eficiente en esas circunstancias y entonces sufrimos el frío con mayor intensidad. La tabla de valores que se aplica para la sensación térmica en el invierno se conoce en inglés como wind chill.